En una fría y oscura madrugada, el martes 31 de Enero de 1950, los ejemplares del New York Daily Mirror que circulaban por toda la ciudad y por todo el país, traían en la estelar columna del periodista Walter Winchell, divo indiscutible de la radio y la prensa estadounidense de los años 40 y 50, una reseña tan curiosa como dramática:
«Algo nuevo va a salir en abril, llamado Dianética. Una nueva ciencia que funciona con la invariabilidad de las ciencias físicas en el campo de la mente humana. Según todos los indicios, probará ser tan revolucionaria para la humanidad como el descubrimiento del fuego…»
Casi cuatro décadas transcurrieron desde entonces.
Un día cualquiera, cayó en mis manos una pieza promocional que citaba la crónica de Winchell y a mí –que para entonces apenas había hojeado el libro y leído, tal vez, un par de capítulos– la verdad sea escrita, me pareció una absoluta exageración: la clásica frase que suena lo suficientemente bien como para interesar y generar mercado, pero que de exactitud tiene muy poco… ¡Qué equivocada estaba!
Hace poco más de dos meses que concluí mi Curso del Libro y las Conferencias del Libro Uno, como llamamos cariñosamente a Dianética. Y desde entonces tengo un borrador de esta entrada en mi bandeja de Pendiente. Mi objetivo con ella no es contarte de qué se trata el libro, eso lo encuentras en este video. Y aquí hasta puedes leer los primeros tres capítulos: 52 páginas. Lo que quiero en este artículo es apenas contarte mi impresión sobre él. Y ésta se puede resumir en una frase muy breve:
Walter Winchell se quedó corto en su pronóstico.
Porque, fuera de Scientology, no puedo imaginarme qué otro cuerpo de conocimiento pudiera ser igual de vital (sí, vital, es decir «de vida o muerte») para el ser humano, como especie, que Dianética. Mucho menos puedo figurarme cuál podría representar aún mayor trascendencia.
Esta reciente edición de Dianética, de la Serie Los Fundamentos pareciera ser, sin serlo, otro libro, completamente diferente al que leí hace veinte años. Y las conferencias que le acompañan parecieran ser otras conferencias. Esa es, precisamente, la magia (no encuentro otra explicación) que encierran Los Fundamentos.
En cuanto a mí, pensaba que sabía sin saber. Muchas lagunas e interrogantes habían surgido y persistían. Ya no están ahí. Ahora sé. Y sé que sé.
Sé exactamente qué es y cómo funciona la mente humana. Sé de qué se compone y conozco con exactitud sus mecanismos de operación. Sé cómo se «descompone», cómo y por qué parece ir perdiendo su capacidad con el tiempo. Pero lo más importante es que tengo certeza de que yo misma puedo hacer algo al respecto, no sólo por mi propia mente o la tuya, sino por muchas y muchas más. Porque Dianética no se trata de dividir algo que no se conoce ni se comprende en decenas de partes y ponerle nombres impronunciables a cada parte. Se trata de soluciones, se trata de obtener resultados.
Nuestro sistema de estudio en Dianética, en cualquier parte del mundo, es individual. Así, cuando alguien termina un curso, acostumbramos a anunciarlo. Se hace una pausa en la jornada de estudio y el estudiante que acaba de terminar le cuenta brevemente a los demás estudiantes cómo le fue y todos lo aplauden y es bien divertido. Luego, cada quien regresa a su propio curso. Cuando yo terminé mi Curso de Dianética, me las vi negras al final de mi pequeña intervención, porque no lograba encontrar palabras que me sonaran adecuadas para agradecer al autor, L. Ronald Hubbard. No sólo por el resultado de sus esfuerzos: la tecnología de Dianética –que para mí representa, a corto plazo, la diferencia entre la demencia y la cordura; y a mediano plazo, la diferencia entre la vida y la muerte y entre la libertad y la esclavitud para nuestra especie– sino por haber persistido hasta obtener esos resultados y ponerlos a la disposición de todos nosotros. Con bastante dificultad, apenas logré articular dos palabras: gracias, Señor.
Si has llegado leyendo hasta aquí y lo que has leído te parece increíble o improbable, tienes mucha razón. Lo es. Es completamente increíble. Y era absolutamente improbable que todos los misterios que desde siempre han parecido entrañar la conducta y la capacidad humanas pudieran haberse resuelto finalmente. Mi pregunta para ti sería: «¿Y si fuera cierto…?» Bueno, ¿qué tal si lo fuera? ¿Puedes llegar a imaginar siquiera de lo que te podrías estar perdiendo?
Naturalmente, sólo hay un modo de saberlo.
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